Los adolescentes pasan mucho tiempo usando la tecnología y cada vez son más y más:
Juegan, leen, estudian, escuchan música, sacan fotos, se vinculan, se hacen amigos y hasta se "encuentran" a través de Internet o de sus cada vez más adictivos celulares o agendas electrónicas. Para cientos de miles de adolescentes, la web, la tecnología y los entornos digitales son mucho más que un ingrediente clave en su cotidianidad: son, sobre todo, un rasgo fundamental ( y distintivo ) de su propia identidad. "No ven las nuevas tecnologías como una forma de vincularse. Para ellos es la forma de vincularse. Está totalmente incorporada a su cultura y a su subjetividad".
Para los adolescentes es impensable comprar un rollo de fotos o enviar una carta en papel a través de una oficina de correo. Para ellos, enciclopedia es sinónimo de Encarta y el diccionario es una página web donde ingresar una palabra y obtener al instante su significado, su sinónimo o el mismo término en otro idioma.
No hablamos de un grupo minoritario. El fenómeno, aunque en distintos grados atraviesa a toda la sociedad.
Cada vez se conectan más los menores de 14. Los adolescentes son el consumidor por excelencia de productos tecnológicos multimediales. Navegan y chatean desde el celular, son los que envían más mensajes y los que más se bajan aplicaciones a teléfonos y PCs.
Los adolescentes tienen una gran adaptabilidad tecnológica y se manejan casi intuitivamente con los nuevos dispositivos.
Con la misma naturalidad con que sus padres levantan el teléfono, cientos de miles de adolescentes incorporan a diario tecnologías que están cambiando la forma en que se relacionan entre ellos y con el mundo. El lugar de encuentro ya no es la plaza, la esquina ni el club: es Internet.
Los chicos se conectan porque allí están sus amigos. Y es un fenómeno asociado también a la restricción del espacio público. Por la inseguridad, por las corridas, etc., los lugares de encuentro se reducen. La gente se refugia en el ciberespacio porque es una manera de no estar solos y de estar comunicados.
El concepto tradicional de comunidad y de grupo se re-define en el marco de esta nueva tendencia. "Los códigos y reglas de esas relaciones son diferentes. Pueden fingir ser otros, abandonar conversaciones sin despedirse o entrar al chat como invisibles. Los contactos se vuelven más líquidos, más evanescentes, pero también se generan lazos y vínculos que no existirían de otra manera. El interés por la tecnología es creciente.
Diarios íntimos, pero públicos. Fotos personales, pero al alcance de todos. Contradicciones que, en la era digital, dejaron de serlo. Pones tu historia en la web, la gente la sigue. No te conoce pero sabe lo que te pasa, te tira consejos. En la web siempre vas a encontrar gente como vos, algo difícil de lograr en la vida, en la escuela, etc. Nunca te sientes solo y es más barato que el psicólogo, dice Franco.
Chicos y tecnología: Una interacción sin riesgos
Estos riesgos son tanto virtuales como reales. Desde la violencia en general, que incluye que los chicos tengan acceso a materiales que todavía no están en condiciones de procesar ( la pornografía, por ejemplo ) hasta el abuso concreto y real, como puede ser la pedofilia, cuando las cosas llegan a tal nivel de descuido que se produce el encuentro con un desconocido.
Lo que los padres no tienen en cuenta cuando piden a sus hijos que no hablen con desconocidos por el chat, es que para los chicos no es un extraño alguien con quien ya chatearon dos veces. Y un conocido de un conocido tampoco es un extraño. Los riesgos virtuales también son reales porque pueden dañar la subjetividad de los chicos. Para que haya un abuso no es necesario el contacto físico.
El chatear con desconocidos puede implicar un riesgo si los chicos no tienen criterios instalados para protegerse. Lo que no quiere decir que la salida sea que los adultos tengan que volverse expertos en tecnología sino que deberán trasmitir criterios, de vida no tecnológicos, para que sus hijos no se expongan a situaciones peligrosas.
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